4ª Etapa (19/08) Merida-Caceres.
Datos de la etapa:
Distancia recorrida: 83 km
Tiempo de pedaleo: 5:10 horas
Media: 15,7 Km/h
Salida: 7:00
Llegada: 15:30
La salida de la ciudad se nos complica más de lo normal, entre la mala señalización y las obras, para cuando cogemos la carretera al embalse de Proserpina, llevamos ya 3 o 4 kilómetros extra.
Al final el retraso nos viene de perlas, pues nos coincide el amanecer con el paso por la vieja presa romana, ofreciéndonos unas vistas preciosas.
A partir de aquí, abandonamos la carretera para coger un camino que nos introduce en un espléndido bosque de encinas, es una pista blanquecina con zonas de arena que hacen que nuestras ruedas delanteras derrapen de lo lindo.
Desayunamos en Aljucen con los dos italianos y Damia que aparece al rato de llegar nosotros. Después de llenar el estomago seguimos marcha siempre por caminos entre encinares, hoy es el día que más cochinos ibéricos estamos viendo, muchos incluso en mitad el camino, sin ninguna valla de por medio. La verdad es que no nos hacen demasiado caso, ellos siguen a lo suyo comiendo bellotas.
Cruzamos el río Ayuela por un puente romano antes de entrar en Casas de Don Antonio, donde paramos a coger higos y moras. A partir de este pueblo la vegetación empieza a escasear, y por supuesto también las sombras. Casi a la altura del aeródromo de la Cerbera, en una zona de bajada, clavo la rueda delantera en una montonera de arena, dando con mis huesos en el suelo, el moratón del muslo me duraría un par de semanas. Más o menos por la misma zona se cayo también Nicola que venia un par de kilómetros por detrás.
Hoy será el último día que veamos a los italianos, pues nos comentan que en lugar de parar en Caceres, quieren seguir hasta el embalse de Alcántara.
Llegamos a Caceres sobre las 15:30 y nos alojamos en el albergue turístico de las Veletas, un sitio acogedor y muy bien preparado, desde donde el centro histórico nos queda a 5 minutos andando. Comemos en el Puchero, un restaurante situado en la Plaza Mayor que sirve comidas a cualquier hora, son las 16:30 y la paella entra de muerte. Cuando estamos a media comida aparece, como no, Damia, que nos tiene acostumbrados a llegar a destino tarde pero seguro. Aprovechamos lo que queda de tarde para visitar el casco histórico de la ciudad, según cuentan, el mejor conservado de todo el país.